Las mesas de ping pong ya no bastan: ¿Que quiere la Generación Z y Milenials?
- Marcelo García Almaguer
- 1 jul
- 3 Min. de lectura

La dinámica laboral sigue cambiado radicalmente. Con la irrupción de tecnologías emergentes, el trabajo remoto, la flexibilidad de horarios y la integración de la salud mental para equilibrar la vida personal y profesional, es ya una norma.
Las generaciones más jóvenes, Millennials y Generación Z, han elevado las expectativas sobre lo que significa trabajar en el siglo XXI, estableciendo un nuevo estándar para las organizaciones en términos de liderazgo, cultura interna y sentido de pertenencia. Para estas, el desafío es adaptarse a un modelo de gobernanza con propósito y responsabilidad. En este contexto, el propósito se convierte en un factor vital de retención para las nuevas generaciones: ya no basta con ofrecer mesas de pingpong, snaks y estabilidad económica; las nuevas generaciones buscan integrar en entornos donde su trabajo tenga sentido, esté alineado con sus valores y contribuya a un impacto real en la sociedad.
Estudios recientes, como el Deloitte Global Gen Z and Millennial Survey 2025, revelan un dato interesante: 6 de cada 10 jóvenes estarían dispuestos a dejar su empleo en los próximos dos años si sienten que su trabajo no tiene un impacto significativo.
Esto rompe con modelos anteriores de liderazgo centrados en la productividad o el cumplimiento de metas. Hoy, el liderazgo efectivo no se mide solo por su capacidad de innovar tecnológicamente, sino por su habilidad de construir sentido colectivo en medio de la disrupción digital.
La gobernanza digital, entendida como la capacidad institucional de tomar decisiones en base a datos con la integración de tecnologías emergentes, se ha convertido en normas y procesos innovadores para liderar con propósito. Automatizar tareas con IA es un paso importante, pero no lo es todo. Se necesita alinear la transformación digital con valores y el impacto social. Así lo piden las nuevas generaciones.
Un liderazgo que aspire a retener talento joven no puede limitarse a ofrecer narrativas emotivas. Hoy, es indispensable redefinir los indicadores de éxito organizacional para incorporar métricas de impacto social. Además, se requiere fortalecer las habilidades digitales en los equipos directivos, no solo como destrezas técnicas, sino como competencias estratégicas. Todo ello debe ir acompañado por una cultura de co-creación que integre activamente a las nuevas generaciones en los procesos de toma de decisiones.
En una de las clases que tomé con mi profesor Ronald Heifetz, experto en liderazgo adaptativo en la Escuela de Gobierno de Harvard, una frase se me quedó muy grabada: “liderar es movilizar a las personas para que enfrenten problemas difíciles y emerjan transformadas”. Esa idea hoy cobra mucho sentido. En esta era digital, los problemas difíciles no son solo técnicos, sino profundamente humanos y adaptativos: ¿qué sentido tiene lo que hacemos en el trabajo? ¿a quién está sirviendo la tecnología que usamos? ¿qué legado queremos dejar como institución?
Las generaciones de hoy ya no buscan escalar jerarquías corporativas. Buscan autoexpresión, impacto social y coherencia entre su trabajo y sus valores. Están dispuestos a experimentar, a rediseñar lo aprendido, y a desafiar los modelos heredados si no responden a su sentido de autenticidad.
En la Academia de Política Digital formamos líderes, no ejecutores de políticas digitales. Porque creemos que cada líder es una catedral: una construcción compleja, única, que tarda tiempo, hecha con propósito, aprendiendo de sus errores y con visión de largo alcance.
En este nuevo contrato generacional, liderar no es imponer, sino habilitar. Gobernar en la era digital implica reconocer que el talento joven no sigue instrucciones: sigue causas.
Retener a la Generación Z y a los Millennials requiere inspirarlos con causas reales. El liderazgo en la era de la Gobernanza digital no consiste en aventar un cerro de recursos a la tecnología, sino en integrarla con propósito. Lo que valoran estas generaciones es que dichas tecnologías estén al servicio de un propósito claro. Liderar hoy significa preguntarse no solo qué se implementa, sino para qué y a quién beneficia. En este nuevo escenario, la autoridad se legitima no por el control, sino por la capacidad de inspirar y transformar con sentido humano.
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